¿Es el nomadismo exclusividad del Arte Contemporáneo?
Rodolfo Rojas-Rocha
La imagen y el espacio han cohabitado los mismos territorios gracias a los procesos cognitivos no lineales de nuestra Cultura Visual. Los creadores, intermediarios y los receptores transforman significaciones de un lado a otro. De ahí que una de las funciones del arte actual sea poder ir, como un nómada dentro de la cultura visual y producir sentido.
¿Es el arte contemporáneo un territorio nómada?
Primero tenemos que definir la Cultura Visual como todos aquellos acontecimientos ópticos en los que el consumidor busca información conectada con cualquier aparato tecnológico ya sea para ser observado o para aumentar la visión natural, desde la pintura al óleo hasta la televisión e Internet.
El nomadismo ha sido la constante del arte contemporáneo, el cual propone la peregrinación a los distintos ámbitos artísticos, al dejar de lado, la realidad objetiva de la obra de arte para servirse de sus planteamientos teóricos o conceptuales.
Con el impulso del Project Art con los aportes del Duchamp y el dadaísmo entramos a un modelo donde los términos del lenguaje tradicional se entrelazan con la Cultura Visual. Por tanto, el nomadismo liminal o la transterritorialidad es un asunto no solamente del arte.
El nomadismo busca el recodo de los recuerdos, del paso técnico al paso conceptual. Busca actuar sin atajaderos, más cercano al pensamiento zen y a ciertos conocimientos de iniciación con un extremado subjetivismo distante del logocentrismo que descalifica a Occidente. El Arte, desde siempre, se ha levantado desde el interior del yo individual o colectivo, a pesar de haberse desprendido de las directrices religiosas o políticas ya desde el Romanticismo.
Cultura Visual, Cultura migrante
Por otro lado, esa no linealidad transterritorial que hemos comentado la palpamos en la sociedad de la información. Hoy el modo de ver predominantemente es visual, para concluir que en la medida del debate sobre los efectos de las imágenes y los espacios de la sociedad de masas en la alta cultura implica vislumbrar una serie de pautas que han determinado las prácticas novedosas de las comunidades artísticas y en sus instituciones. El arte y su construcción teórica es un sector parcial de la nueva imagen visual, espacial y urbana, ya que los valores simbólicos de los nuevos íconos (TV, cine, video juegos, moda, graffiti, tatuaje, gastronomía, fútbol, diseño visual, merchandising) pueden ser transferidos en diferentes formas, materiales, escalas de medida y tiempo.
La ciudad y la no linealidad.
Desde las primeras vanguardias del siglo XX el objeto, la imagen y el cuerpo han sido temas de importancia y en la actualidad posindustrial se han vuelto una problemática recurrente, por su conexión con el sistema del deseo, el ruido, el consumo y la ficcionalización de la figura humana extendida como tatuaje y graffiti privado.
Es como percibir patrones en un video juego para fijar una deriva gráfica de un proyecto arquitectónico que sirvan para leer la ciudad, las personas y sus cuerpos que la habitan, asi como las acciones conductuales generadas en la venta callejera, la procesión deportiva, el shopping center, la manifestación política, la presa y la coalición automovilística. En el contexto costarricense tenemos al arquitecto Franz Beer quien desde su pensamiento apuesta por ese lado no lineal y rizomático de la cultura visual, de las estrategias del dibujo al espacio de la experimentación. Paco Cervilla, otro diseñador costarricense se retroalimenta de lo urbano pero desde su interior al tomar tubos de pvc de aguas negras para hacerlos muebles atractivos y luminosos afiliados al espacio interno.
Del grabado a la investigación docente
El profesor Alberto Murillo explora la imagen dentro de los límites tradicionales de la gráfica pero plantea nuevos derroteros del oficio al enseñar las prácticas del grabado y sus tecnologías del papel en el claustro universitario. Aquí la educación y la investigación cumple una función germinal en nuestra cultura visual pues se parte de esos territorios liminales para la enseñanza de la tradición. Se educa para pensar, interpretar, disponer, cuestionar, crear y proyectar hacia el futuro.
En fin, el contexto y el territorio de la cultura visual lo podemos ver como un referencia inmediata en los procesos de producción de significación en la práctica estética del artista-diseñador quien como un demiurgo reconstruye metáforas funcionales, visuales, espaciales, arquitectónicas, sónicas y dramáticas desde los intersticios de lo más profundo del ser individual y social. El contexto puede ser objetivo pero los resultados resultan mágicos, lúdicos y políticos. Bien lo ejemplificó Bueys con sus desechos de artista parodiando al sistema del arte y sus auras privilegiadas.
Para concluir, las Artes, como eran concebidas tradicionalmente, ya no son una forma canónica de comunicación. Las élites que las canonizan y las audiencias en los mercados del arte son un sector en una red de feudos impermeables. Asimismo, el futuro del Arte no parece encontrarse más en la creación de obras maestras duraderas, sino en definir estrategias culturales alternativas, a través de series de gestos comunicativos en formas manuales, digitales, virtuales, conductuales, o a través de los canales de producción de la publicidad y el diseño. Ante todo a medida que se intensifica la proliferación de nuevos sistemas sígnicos, el arte, considerado hasta entonces la plasmación por antonomasia de la visualidad y espacialidad, pierde su exclusividad y pasa a ser un sector parcial de la cultura óptica-espacial. El diseño es más amplio que la imagen artística, por lo que no toda comunicación visual es artística dentro de la academia. La posición más clara parece ser que a las Bellas Artes como institución ya no se le puede conceder el necesario encargo en transmitir los mitos o concretar el borde de innovación en la sociedad, es a la Cultura Visual la que le toca tomar ese reto.
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