La realidad perceptible en movimiento eterno
La obra de Francisco Zayas se inscribe en la dinámica de los tonos, esos espacios donde la frescura de sus figuras se mimetizan estrepitosamente con la atmósfera. Bien lo decía, el Maestro Da Vinci en su Tratado de la Pintura cuando explicaba, con gran sencillez, la representación del ambiente: ...Hay que pintar el aire entre los cuerpos... la atmósfera es el rescate de la luz y de la vaporosidad de la naturaleza.... Así, con pinceladas fuertes y concisas, Zayas expresa los signos pigmentados sobre la superficie aterciopelada.
Desde el nacimiento de esa sensibilidad de ver la realidad desde otros términos no visuales a principios del siglo XX se provocó una gran revolución iconográfica donde la comunicación individual convive con la visión colectiva de los paradigmas ambiguos, pocos cristalinos que venían a contradecir el pensamiento lineal de la sociedad mecanicista. La Abstracción, como lenguaje significante no verbal, plantea una incongnita, del ámbito óptico, que bien conceptualizaron los artistas del expresionismo abstracto, cuando se salían del texto narrado al texto pictórico, el cual responde a la tónica del movimiento de nuestro cuerpo. Ese ritmo incontenible donde el color negro neutraliza los blancos y los colores intensos dialogan sin esfuerzo en la composición. Por tanto, Zayas con su movimiento expresa nuestro subconsciente repleto de divagaciones y contrariedades, de belleza y resoluciones… unos dicen que es automatismo, otros afirmarían que su pintura azarosa rescata un sentido de lo puro en nuestro espíritu... otros como Da Vinci verían el inconsciente racional que convierte la realidad perceptible en movimiento eterno.
Rodolfo Rojas-Rocha
San José, Costa Rica
2006
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